jueves, 27 de octubre de 2016

CUEVA DEL INDIO Y LEYENDA



Amanece y te observo
desde el fondo de esta hondura campesina
Despierta el sol y alumbra
tu oquedad en la montaña

Emilia cuenta de su viaje de infancia
a la gruta prohibida
El que entra no sale ­–han dicho los mayores
Y es verdad que así fue
Que se tragó la tierra a un convecino

Llegaron luego a practicar sus ritos
de Lionza y tabaco
de Cortes Principales a la boca de la cueva
Los niños no pueden ver, es feo –han dicho los mayores
Y es verdad que así fue
Dejaron los niños de recorrer las trochas

Se enconcharon las bandas
con sus armas y noches
La cueva es peligrosa –han dicho los mayores
Y es verdad que lo es
Ya nadie aventura
hacia esos lados el camino

Cueva mágica que presides la ciudad
a su costado
Leyenda de tesoros enterrados
de rituales ancestrales
de guerrero Guaicaipuro y resistencia

Estás para los ojos
Que no para los pasos

Memoria
que la selva se come
Memoria
que la ciudad devora

martes, 4 de octubre de 2016

Gardacho rabón





Los matorrales viejos
salpican las lomas del secano
el día soleado
tiñe de azul el aire
y el regreso a casa es un cantar

El cereal maduro
ha sido cosechado
Abundan los rastrojos
y corren conejos y pajarillos

Allá canta una perdiz
localizada al punto
para seguir su rastro con los perros
¡tal vez sea mañana!

En el ribazo asoma
un extraño reptil
Indiferente  a caminantes
toma el sol sobre el refugio
una oquedad abierta
en terreno arcilloso

Se detiene el motor
y el niño con su honda
ejecuta el limpio movimiento
y el cielo es un océano
y bate un raro olor a sangre.


Nota: Este poema es un ejercicio lúdico intercultural. A partir del poema Búho, del venezolano-andino Ramón Palomares, y tomando 4 de sus versos, reelaboro el poema con un sentido diferente, enraizándolo en mis memorias de infancia en Mendavia.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Despedida



Estoy aquí. Junto a Alicia. Con una sonrisa leve. Mientras Pedro conversa con ese buen vecino y le saca a cuento su matrimonio, sus niñas, su felicidad, no puedo menos que leer mi propia historia. Estoy cansado. Mi panza me delata. Son los años, acumulando relatos, haciendo acopio de rupturas, amando a destiempo, sufriendo de ausencia. Dos hijos varones con Elena. Siempre tragedias. Huidas de mí, de todos. Soledades.
A Yolvis, el mayor, se lo traga la vida. Una deuda de varios miles de dólares lo tiene al límite del miedo. Su arma silbante en la noche no lo libra de la frontera. Se hace el fuerte. Junto con Albert y Boris, enconchados en la garita derruida, bajo el mamón, soplan el cañón del arma al modo como se toca una quena andina. Es un reclamo al enemigo. No sabe que el futuro es corto. Ignora la medida de las horas. Recuerdo ahora que no carga relojes. Cree que el tiempo es suyo. Cree que el tiempo no lo amarra, como a todos, por la muñeca. Ignora que el tiempo es un invento pobre y que sin reloj o con él el plomo penetra los cuerpos, los hiere, los desangra y los toma para sí.
Elena no sabe de mí, ya me olvidó por completo. Anda con un viejo desabrido que la lleva y la trae. Que esconde su amor en moto.
Aquí está Sara –la segunda opción. “Te vas a arrepentir la vida entera... Te va a doler... “ -suena la salsa. Ella baila con ese muchacho con total desenfado. Ni se digna mirarme. Edgar me hace bromas sugiriendo un amor ya perdido. No me duele tanto. Me acucia más la soledad. Me mortifica el silencio. Junto a Alicia, ninguna palabra puedo pronunciar.
Ellos conocen mi historia. Sus ironías sólo acrecientan mi ensimismamiento. La presencia de Sara tiene algo de azar. A decir verdad me ha perturbado. Yolvis y Sara me rondan una y otra vez. La impotencia me puede. Yolvis se me fue. También Sara. Ahora baila con mi hermano Adelfo que se desgarba y me mira sugerente. Tomo a Alicia de la mano como un resquicio salvador, como un espejismo invertido, como un anti-espejismo que pueda devolverme a la realidad en la que todo lo otro sea ficción. Pero no sucede. Pero no sucede.
Sigo la fiesta. La familia celebra la graduación de Nancy. Ya es abogada y la cerveza corre, y ahora son las palmas. Sigo sentado al borde. En la esquina del cuadrilátero. Se escucha el tambor. Han hecho el círculo habitual y pasan al centro sucesivamente. De pronto un kasachó que los presentes acompañan con silbidos y gritos de uh, uh, uh. El disjoki se descoyunta y decido no hacerle caso en su pretensión de envolvernos.
Sigue la noche. La neblina se echó sobre el barrio. La quebrada profunda evapora sus aguas. Apenas unas luces difuminadas se distinguen a lomos de la montaña. El vecino se va con un “Hace tiempo que no te veía, ojalá te veamos pronto de nuevo por aquí”. Pero ya lo sé. Yo también estoy de despedida.

miércoles, 22 de junio de 2016

Al ritmo de los días




1
De un dolor  a otro dolor
saltan las imágenes sin tregua
Y el corazón desprovisto
apenas alcanza a sorprenderse
Mañana será otro más
Y el olvido –tan nuestro-
habrá mellado
la lucha de los pobres

Argentina, Brasil,
Irak, Libia, Siria
México ahora
O incluso la Francia obrera en sus reclamos
Pasan como ráfagas
Cada rostro
y su palabra

No obstante
Resiste un pueblo
Y se sabe hermano en el dolor
A pie de calle
Se juegan las verdades
Una palabra llama  a otra
Un brazo se despliega
Un paso avanza
¡No es posible la derrota!

2
Ramón ha muerto
susurra el páramo
Y el Sietecito y sus compadres
han abierto la puerta
pues lo echaban de menos

Ha llegado al jazminal
a la casa del Aroma
y de todos los colores
Junto al blanco azahar

Tíos, tías y demás familia
se  huelgan
de tenerlo junto a ellos

Vuela, pájaro
Sobre el arroyo de la sierra
Arrecostáte en la piedrita
Polimnia es quien te aguarda


3
Una palabra
Un silencio
Una mirada
Cerrados los ojos
Puede ser todo
Experiencia de luz

Lo vivido
Densifica el presente

La luz llega en calma
Al agotarse el día

Cansan
La guerra sin razón
El sufrir de los pobres
La muerte enarbolada
Las soledades

La luz
Despunta en el instante

El sol de atardecer
Sobre las mieses
Amarillea el verde
Alarga los reflejos
Retardando la noche

Qué queda de tanto afán
Casi todo está dicho
Un rostro en paz
Una alegría breve
Un sencillo placer

Palabra de verdad
Memoria esencial
Lo nunca pronunciado
O tan pocas veces

Memorial
Raíz       sustento

Los huesos llevan
En su calcio o su escasez
Fragilidades y derrotas
Las articulaciones
Resisten al tiempo
Soportan el desgaste
Con su santa paciencia
Los músculos ruegan
Dubitativos
Entre parálisis y excesos
Atrofias y rasgaduras

La piel
Pide humedades
Elude costras y llagas
Hongos y rojeces
Busca
Caricias sin trampas


4
Como en un manto turbio
Cielo y montaña
Envuelven sus amores de mañana
Pajaritos esponjados
Sacuden las gotas
De la lluvia reciente
Y rompen en jolgorio incesante
¡Despierta al Amor!


5
¿Qué campanas o hálitos
me llaman?
Es la hora del pulso con la historia
Un poco más acá    ya será cobardía
Otro más allá     riesgo temerario

Tiendo hacia un futuro ignoto
Miles de brazos
Esteran la ruta

domingo, 19 de junio de 2016

Geografías originarias



Un campanario en Mendavia
El campanario es un Quijote
sin adarga ni lanza
con tan sólo un yelmo aporreado
tin tan tin tan
la torre se eleva sólida
opaca en todo caso
no son tiempos de torres y castillos
ni alcázares ni almenas

el dedo de este niño
señala las nubes que la tapan
la cigüeñas que anidan
el sol que reverbera

ha pasado el cura campesino
aldeano de escopeta furtiva
y corquete esparraguero
han pasado los ángelus
a toque de 12 en punto
impresionismo impresionado

Bebedero
Bebedero de ocasos
de atardeceres bullangueros
Antiguo bebedero
de carruajes y bestias
y niños a la grupa de mulos y borricos
que del quehacer se acercan
a abrevar cansancios

Largo bebedero
de agua escasa en casa
y labrador antiguo
de rondín y azada
con alforja al hombro
y su talego
y su frasquito de aceite
y la pizca de sal que no le falte

Bebedero testigo
de entradas y salidas
vigilante aldeano
del cruce de caminos
Bebedero testigo
de noches y sigilos
de joteros de paso
y amores escondidos

Bebedero presente
memoria de agua y viento

En el corazón del pueblo
extiendes las raíces

Confluencias
El paso del Puente Grande era una travesía temeraria.
Bufanda, guantes y pasamontañas cubrían manos y rostro
en los días helados, sin cuartel.
El vaho era un aviso, preparativo de la carrera sin pausa.


Olor a Cárcaba
Una conjunción de plantas y humedades
Confluencia de suelos y caudales
Llegas de muy lejos -de tu infancia-
Y vuelves a este olor perenne
Te pasa
que no lo encuentras fuera
En ningún otro lugar lo reconoces
Ningún aroma se le parece
Algo tiene de envolvente
de placenta nutricia
Te aproximas al agua
Sientes cada planta ribereña
Alguna intensa –hasta desagradable-
Su conjunto es otra cosa:
En su debida proporción
-a la distancia del caminante
cada una aporta
el justo matiz
para la pócima secreta

Hendijas: memoria y voces
Voz que arrea
Voz que canta en la taberna
Voz que grita libertades

Apagada en metralla
Susurra rezos ahogados

Aún se escuchan sus ecos
En El Vergal de Legarda

-
A orillas del Ebro
están las setas
al pie de los chopos
y en su umbría
Los cangrejos me aguardan
entre barbas
y raíces de tamariz

Un breve manantial
reclama en su frescura
mi boca seca

Reclaman
por su limpieza
las tierras enhierbadas
Y acudo presto
campesino que soy
de tierra y agua

-
Águeda y Caracol
Sólo me quedan nombres
Memoria de errancias

-
Se perdió entre los campos
Buscando quién sabe
Algún rincón aún rescatable
Alguna arteria que fluyera
Algún atisbo que negara
Las violentadas ausencias


domingo, 27 de marzo de 2016

Ejercicio narrativo


Domingo, 27 de marzo de 2016, liturgia de la resurrección de Jesús

resucitados el mundo no lo sabe o se hace el desentendido me paré preocupado por cierta sensación de estreñimiento tomé un malojillo con toronjil y el organismo se recompuso  pensar en resurrección en estos tiempos es cosa de creyentes teilhard habló de las negatividades que construyen mundo historia y  vida hacia la consumación evolutiva plena pero cuesta creerlo ya fromm se refería por los  setenta al fin de la ilusión del desarrollo tecnológico de la humanidad hacia la felicidad sin límites ayer henry me envió un breve video  histórico de cómo siria ha llegado hasta donde está  que tenemos hoy vida resucitada no lo vemos sin más mataron a monseñor romero y aún sus asesinos andan sueltos como fantasmas que amenazan la vida de los pobres ellos y otros tantos como ellos que hacen y deshacen en el mundo casi a su antojo sólo algunos fantasmas se ponen de acuerdo con otros para asustar y el fantasma de carlos bien escondido está que en este castillo de modernidades ya no creen en él y edulcoran su nombre para más inri el de romero como si aquí no ha pasado nada ya casi lo hacen santo  y a la muerte del santo los asesinos son sólo judas que cumplen el designio establecido por la divinidad un gallo canta y trinan los pájaros han cortado el agua como corresponde en domingo y lunes el amigo de misión cultura no para con sus mensajes informativos de reuniones y más mientras tanto preparamos algo para cada fin de semana para no olvidar que andamos vivos y ya está la reunión con la gente de cultura con exposición de manualidades y poesías y luego otro taller de literatura con wafi y más tarde el encuentro en vargas con las comunidades y los acuerdos con rolando para dar fin a este mes con el regreso de john y sebas y el encuentro de espiritualidades desde las heridas y las positividades con el perdón incluido vivos o resucitados no parece lo mismo porque este vivo sometidos a la agitación que nos cae sin esperarla con las angustias las depresiones las neurosis tan moneda corriente billete corriente que monedas no quedan no parece de verdaderos y simples resucitados un tiro le dieron a yermaín para robarle su moto en todo el pecho y salió con suerte enorme que la bala no tocó ningún órgano vital ni siquiera un huesito será esa vida de resucitado ángel me leía ayer su ensayo sobre identidad nacional ese tema complejo y el laberinto del minotauro y las leyendas llaneras indicando un modo según diobenys y baralt clasista en su visión de la nueva venezuela  y las heterogeneidades no tan fácil de explicar y los autores que dan vueltas al trompo para tomar en serio el pasado u olvidarse de él que de eso se trata es mejor olvidar dicen los beneficiados desde su posición relajada con buenas herencias y la vida de derroches y relaciones con iguales de frack y corbata y vestiditos escotados y abierta la falda para la foto del diario y amnistía escrita en las paredes para los compadres pobrecitos que robaron y mataron y no pueden disfrutar de estos momentos  los guaraos que conocí no olvidan los ancestros les rondan mientras sufren el abandono de los gobiernos también aquí en este barrio los cuadros se mueven en los rezos del novenario y son los difuntos que algún mensaje traen y dicen que no los olvidemos y las madres de plaza de mayo viejitas y todo aún el alzhéimer no puede con  ellas y se sabe todo que en las guerras los vencedores asesinan y roban a los vencidos les quitan las casas y las tierras pero todo se sabe porque aparecen de la noche a la mañana con más bienes que los de su trabajo y al robo lo llama justicia con los defensores de la patria y es historia repetida que al final los pobres quedan bien jodidos con república o revolución en el alma cosida desde el nacimiento y no hay olvido ni desmemoria sino un amor más grande a la vida y lo aprendido que sólo los de abajo entienden estas cosas y no se revelan a los sabios y entendidos sino a la gente sencilla pero de ahí a la resurrección hay mucha tela marinera ángel digo decía y sigo me lee sus ensayos y ya es un tigre con el oficio de escribir y la identidad de la que habla su profesor la ponemos en otra tela ahora de juicio sobre todo aquello de despojarla de su condición real mandándola a las redes virtuales y desnudándola del pasado quitándole su condición dialéctica sin negaciones y sólo síntesis pero no de contrarios sino de presentes etéreos y heterogéneos cosas curiosas has de ver en lo que somos de complejos con raíces diversas con luchas de dominación de unos sobre otros y sobre otras con poderes construidos desde el dominio de las tierras y ahora del petróleo y la violencia generada que explica bien el pana orlando y toma el cuatro y busca los acordes de si te sientes falconiano que no puede dejar de evocar su tierra desde estas lejuras como dicen ahora los poetas del siglo veintiuno desde estas lejuras centrales  y casi con el cuatro y con su barba recién afeitada se da un aire de resucitado


martes, 15 de marzo de 2016

Atarrayadores



El sol comienza a recostarse sobre el horizonte. Los pescadores y sus atarrayas ocupan los márgenes indiferenciables del canal donde vierte sus aguas la laguna: Las sombras largas de los hombres enhiestos y sus redes a punto, a la espera de expandirse sobre la redondez superficial de un mar acorralado. El peso de los plomos soportado por unos brazos izquierdos tensos, enérgicos, sin ningún temblor que los contraríe. La red recogida en un orden perfecto. La mano derecha bamboleando suavemente el otro extremo de la red. Los ojos atentos a los movimientos sutiles de los peces entre las aguas; avizorando a intervalos el horizonte, evitando la posible hipnosis o el atolondramiento resultante del movimiento recurrente de las olas; escrutando el paso de gaviotas y pelícanos, el paso y su refrenado vuelo, y su caída vertiginosa sobre la presa, indicios claros de la presencia del cardumen.

Andrés escruta desasosegado otras aguas y otros horizontes. Sus memorias de ancestros lo llevan al enorme pescador aventajado con el esparbel, que con su altura de gigante sacaba de las aguas del río las mejores presas; al jovenzuelo que, al paso del vado sobre la bestia de carga, apuntaba como causa de su desequilibrio y caída de la cabalgadura, al mareo del animal; a los otros pescadores sostenidos en atenta vigilia para no perecer arrastrados por corrientes y remolinos sorpresivos hasta el vientre profundo del líquido misterio.


Un ágil golpe de atarraya lo saca de su viaje y una sandalia atrapada despeja el enigma que el mar se tragó.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Diario de Naturaleza y Alma (II)



Segundo fragmento del Diario de Naturaleza y Alma, de Gregorio Baines:
Amanezco con un color a ti alojado en mi entrecejo. Es un día tibio aún, en esta ciudad tropical. El ventilador no cesa de lanzarme su aire acelerado. Lo recibo aliviado como preludio de lo que espero, como dejando que la vida me tome y me recomponga un poco. Ahí está Rigo, inquilino como yo de esta residencia, con el sartén al fuego, en la cocina ‘Philco’ que tiene sus años y que lo deja traslucir en una de sus  hornillas irremediablemente inservible. Escucho un arrastrar de pies con las cotizas desgastadas. Hace un rato el pan de sándwich sin corteza crujía al tostarse. Todo era sigilo aún. Todo eran leves ruidos, rumores, en esta ciudad en calma. Ya se puso en ‘On’ algún televisor y resuenan las no-noticias atestando la mente. Un portazo sella la agitación que viene.
El olvido está lleno de memoria –han dicho. Así se refracta mi memoria-olvido por la que me pierdo:
Te recuerdo distraída de tus clases, imaginando el adorno de lentejuelas que tu hermana luciría en su vestido de novia.  Ondas y puntos, combinados armónicamente en colores suaves. Amarillos y verdes tenues. Así era aquella tarjeta en acuarela con unas breves palabras sobre el ser, el principio y el fin de las cosas que una vez me regalaras. Soñabas con serpientes y al son de la trova nueva recogías tus sueños en la sesión del diván. Apenas habías terminado tu bachillerato y aún guardabas tus apuntes ordenados de álgebra matricial. El colegio de las monjas te dejó un probable sabor agridulce, un afán elocuente de misticismo sosegado y un rechazo comedido de lo sagrado.
Yo venía de una infancia de pájaros, de pájaros y caracolas, de tierra sembrada, de maíz y frijol, de sombras de guerra prolongadas en el tiempo, de forzados desplazamientos hacia ninguna parte.

Guardé por un tiempo tu cruz de coral y tu tarjeta de acuarela. Leí por un tiempo tus libros de Fromm, soñé por un tiempo con serpientes de mar.

domingo, 28 de febrero de 2016

Costillita

A Pedro y Lucy, comedores de cangrejo

El día 8 de agosto salieron, por río, desde Tumagua en dirección a Mujosanuka. Recogieron a Jairo en Boca de Mujaví y continuaron el viaje. En horas de la tarde alcanzaron Mujosanuka. Eran cinco. Asdrúbal, que tenía mayor experiencia de transitar por los caños, dirigía la embarcación con motor fuera de borda, alquilada en el puesto de comando de Trancas. Arreglaron sus básicos equipajes, dieron una vuelta por la comunidad dándose a conocer, y prepararon los temas que iban a socializar.

Asdrúbal trabajaba con unos sesenta indígenas de distintas comunidades. Mes a mes los visitaba en tarea de despertar conciencias y palabra. En esta ocasión organizaron un equipo que lo apoyara y aprendiera  -por qué no-  de la vida de este pueblo. Cuatro días exhaustivos los destinaron al taller planificado. Luego siguió otro taller más sobre Matemática aplicada a las actividades productivas de la pesca, la madera y la siembra.  

Los últimos días de su presencia coincidieron con la recolección comunitaria de los cangrejos. Los cangrejos salen a desovar alrededor del quinto día de la luna nueva de agosto. La recolección es una actividad antigua entre los guaraos y la organizan comunitariamente.

Los recién llegados, les acompañaron en la actividad. Se dirigieron hacia la barra, espacio acuático de lucha sin tregua entre el río y el mar.  En la zona permanecieron por dos días. Recogieron los cangrejos vivos en unas cestas de fácil cerramiento (mapires), preparadas por las mujeres de la comunidad, y se quedaron a pasar la primera noche en la comunidad de Maraima, pues la recolección había sido escasa. La plaga de zancudos los mantuvo en vilo. Sin apenas dormir, continuaron la recolección al día siguiente, hasta llenar los mapires.

Alejo Arbizu me contaba, emocionado, a su regreso:
–Entre manglares saltamos, corrimos tras los cangrejos, y aprendimos los rudimentos de las mejores técnicas para sorprenderlos sin ser pellizcados por sus macanas. Los cangrejos se conservan vivos, pues en las comunidades no hay cámaras de refrigeración y se descomponen muy pronto. Al llegar a la comunidad los mapires de cada familia se sumergen en el agua del río, frente a la propia vivienda. Toda la comunidad se pasea comiendo cangrejos por más de una semana, y así hicimos nosotros. El preparado es sencillo: se cuecen en agua con sal. Entre cangrejo y cangrejo los jóvenes se enamoran a la luz de la luna creciente.

Ana Zalduendo me contó acerca del día que salieron a pescar con la lancha fuera de borda. En esa ocasión se trataba de pesca con anzuelo y nylon. La salida del Orinoco al mar -casi llegaron allí- le impresionó. Como era muy temprano, fue testigo del amanecer de cara al mar, con su tono de misterio emergiendo entre la bruma del río...
–La anchura se pierde de vista, los vientos soplan recios y las olas se levantan con fuerza. Muchas islas son cubiertas por el río en crecida y se forman playones de arena sedimentaria, en los que  puede quedarse la embarcación varada. Hay que conocer muy bien el terreno.
En la faena pasaron todo el día, casi sin comer, entusiasmados con la pesca y la naturaleza envolvente. En un cañito intrincado, de aguas reposadas, al poco de lanzar el anzuelo pensó Ana que se le había enredado con el ramaje del fondo. Pero no, el guarao Andrés que los acompañaba tomó el guaral, e hizo un movimiento de vibración sobre el mismo.
–Ahora le hago cosquillitas a la raya.
Efectivamente, la pequeña raya, pegada al fondo como ventosa, aflojó sus músculos, y al jalón se vio arrastrada sorprendida por sus captores. Allí mismo pudieron atrapar otras 4 pequeñas rayas. Por lo relatado, las rayas habrían escogido aquel territorio como su hábitat particular.

El primer día de su regreso, Alejo había comenzado por describirme el poblado con lujo de detalles. Mujosanuka, costillita, es un pequeño caserío en el Bajo Delta. La escuela, la medicatura, la capilla, y una construcción que en algún tiempo fue comedor, son las únicas construcciones de bloque. A los dos márgenes se prolongan otras construcciones semipalafíticas de madera y palma, aunque algunas con techo de zinc. Un poco más amplia, pero también de madera, se identifica la vivienda que construyeron los Padres capuchinos ya hace algunos años, y que hoy está sin habitar, tan sólo destinada al alojamiento temporal.
El caserío abarca doscientos metros aproximados a cada lado del río; casas, siembras de ocumo, abundantes curiaras, y algunos botes con motores Yamaha pintan sus riberas.
Como se ha introducido la motosierra, varios guaraos la manejan. Así que las viviendas, en otro tiempo abiertas y con el piso irregular de los troncos circulares, van dando paso a otras semejantes pero con el piso y los laterales de tabla. Sin embargo, los más recientemente llegados de otras comunidades más pequeñas y alejadas, así como los más pobres de entre ellos, conservan el estilo tradicional de vivienda.
Las antenas de TV satelital han hecho su aparición en estos años recientes. Cinco o seis familias, con mejores posibilidades económicas, disponen de ellas, y sus platos, como ojos de búho, intentan descifrar las señales del tiempo.
En cuestiones laborales, existen varios sueldos del Estado para maestros y enfermeros, así como otros para limpieza de la comunidad y vigilancia. Hay dos cargos para doctores, que siempre los desempeñan algunos criollos recién graduados. También hay dos concejales. Los demás viven del trabajo de la pesca, la siembra del ocumo, la fabricación de embarcaciones (curiaras y balajús) y la elaboración artesanal de cestas y hamacas de palma de moriche. La comunidad tiene instalación eléctrica. Una planta a gasoil funciona en horario de 5.00 pm a 5.00 am aproximadamente. Pero depende del suministro del combustible. Algunas familias tienen su propia planta.
Una bodega suministra los víveres necesarios para la subsistencia a precios desorbitados. Otra pequeña bodega comienza a hacerle competencia.
Junto a la casa de los Padres se divierten los jóvenes en una cancha de cemento jugando futbolito y volibol. Se preparan además para las competencias intercomunales que tendrán lugar en septiembre con ocasión de las fiestas patronales.
La naturaleza se impone de principio a fin de la jornada. El grito periódico, casi rugido, de los araguatos a lo lejos, semeja una manada de tigres. Señorean con su presencia elegante el tucán y el guacamayo azul. La marea cambia de sentido cada seis horas, como si del mar se tratara, y sin embargo son más de 30 kilómetros de distancia a la barra. Las estrellas titilan nítidas y copiosas en los cielos limpios.


Ana y Alejo, ahora a la puerta de su casa, mastican cangrejos iluminados por la luna a punto de colmarse.

sábado, 27 de febrero de 2016

Diario de Naturaleza y Alma



Me impresionó este relato interior cuando lo encontré el año 1987 en un manuscrito en la Biblioteca de una pequeña población de Perijá. Llevaba por título: Diario de Naturaleza y Alma, de Gregorio Baines, quien residió algún tiempo en la ciudad capital y retornó solitario a su tierra cumplidos los sesenta. El relato es éste:
Voy contigo en la umbría de este parque enmarañado su cielo. Y descansa mi verbo en tu hombro de luna a punto de llenarse. Tus lágrimas extienden desde la angustia un puente y atravieso colgante este espacio sideral.
No sé cómo decirte lo que cuentas en mi vida. Hemos cargado la palabra de ambigüedades y pretendo evitarlas. Te estoy hablando sin embargo. He roto el silencio y te cuento mi camino. Cortamente te descifro mi pasado, mi fragmento y las ausencias. Me alegra saberme acogido.
Me hablas de Renato, el viejo artista que dejó su huella en ti. De su vida simple, de su obra simple, de su muerte triste. Me hablas del arte por el que vives: espacios, superficies, vidrios, espejos. Y la montaña, desde los múltiples puntos en que la vemos. Me hablas de palabras y su afán destructivo. De los nuevos modos que podemos intentar: lo sentido, lo vivido, la experiencia innombrable. Me hablas de la culpa, de los dioses que inventamos. Me hablas de la angustia y el pánico. De la vida que podemos dar, con tan solo lo que somos.
Habíamos salido a dejar la angustia un rato. Caminamos al azar por el parque entre sendas nuevas. Me mostrabas los espacios que para mí no existen. Los árboles de hojas diminutas, la enramada espesa que nos cobija, y antes aún, el diseño de los mármoles  de la Torre II. Me prestas tus ojos un momento.

Crece en mi corazón una paz más grande poblada de afectos. Crece en mí la ternura, la alegría y la confianza. Acojo los recuerdos y encuentro para ellos un rincón en mi casa.

martes, 23 de febrero de 2016

Kuna



Kuna es luna y es agua. Femenino. Iñaki Arruebarrena avanzaba a paso lento, pero firme, cargando los tubos de 4 pulgadas por el sendero hacia la loma sobre la cual habrían de ser distribuidos para la instalación que llevaría el agua a la aldea. Era el mes de agosto de 1983.
El año anterior había participado en otro campamento concientizador, que así lo llamaba su organización, en esa misma aldea. Entonces había aprendido algunas nociones básicas de la lengua, y habían participado en las tareas campesinas familiares. Recordaba que a él le había correspondido, una vez realizada la distribución a primeras horas de la mañana del día siguiente  al de su llegada, en reunión colectiva presidida por el cacique, -le había correspondido- el apoyo a la familia Romero. En ese agosto, la tarea consistió en talar una buena extensión del monte y prepararlo para la quema y la siembra. Los libros de la Geografía Económica que le entregaron para conocer algunos datos básicos del país se encargaban de responsabilizar a los indígenas y campesinos de estas prácticas atrasadas y depredadoras. Nada decían de por qué estos pueblos se encontraban, arrojados y sin tierras llanas, en lo más abrupto de la sierra.
El trabajo había sido duro. Dos horas de camino por brechas en la montaña, para llegar al terreno. 3 horas de tala. Un pequeño descanso reconstituyente. Romero había desenterrado un racimo de cambures manzano, protegido así de los animales cuando aún estaba verde, y habían dado al traste con todo él. 2 horas más de tala. Una caminata a la quebrada cercana, de la que poco a poco, el rumor de sus aguas iba invadiendo el espacio como un concierto de Silvio en vivo, en el imaginario transitar desde algún lugar remoto hasta el mismísimo escenario. Sueño con serpientes, con serpientes de mar… Y era el río. Por fin, pudieron tomar el agua tan necesaria, sin límites impuestos. Tan sólo con el consejo: “no se llenen el buche, nos toca caminar de vuelta”. Equilibrio natural. El trabajo de tala era rudo. La montaña era selva. La herramienta: un machete, y el apoyo de un garabato preparado por Romero. Un adiestramiento básico y ¡adelante! Iñaki era hijo de campesinos y hábil para el manejo de la azada, pero la falta de práctica reciente en su uso agregó unas vejigas en sus manos. A los brotes tiernos de las zonas taladas el año anterior se sumaban algunos árboles más recios de tal vez cinco o seis años, todo intrincado de vegetación selvática. Era su recuerdo vivo. Junto a unas pocas palabras que anotó, según su oído rústico pudo interpretar: kuna; ajorérera, para la reunión colectiva, en círculo; kumuko patxi, que sorpresivamente incorporaba el mito cristiano de la trinidad al mito primitivo de su etnia.

Ahora cargamos por tríos, un par de tubos de doce metros cada grupo, a ritmo de sendero y compañeros, realizando pequeños descansos y cambios de hombro. La avanzadilla la preside Romero, con el machete en ristre, espantando culebras, ojo avizor, y desmalezando los pasos difíciles. Unos pasos más, tan sólo, y estaremos en el lugar donde terminaron el reparto de tubos ayer –según nos dicen. Ya casi llegamos. Repentinamente: ruidos de hojas entre la maleza.
-Shhhh.
Con las manos y el cuerpo entero sugiriendo, nos indica que bajemos los tubos y guardemos absoluto silencio.
-¡Tigre!
Coje una piedra del camino, con la intención de que lo imitemos. Nuevos ruidos de hojas.
Unos segundos más, casi eternos. Adrenalina. Sudor. Palidez.
Y salta inesperadamente entre nosotros.
Es Jiménez, el otro indígena que nos acompaña, aparecido entre grandes risas de ambos.
-Sí nos jodieron.
La verdad es que los hacendados los habían jodido a ellos. Para entrar a sus tierras habíamos tenido que ocultar nuestras intenciones concientizadores y hacernos pasar por turistas curiosos y desprevenidos, con el fin de obtener el permiso de paso por la hacienda El General. El hacendado -hoy habitante de alguna ciudad distante- se había tomado para sí, no sólo las tierras productivas, sino también el camino de acceso y hasta el mismo río, alambrado para su uso exclusivo.

Kuna es agua y es luna. Femenino singular.