miércoles, 21 de octubre de 2020

La ermita de Mendavia



 LA ERMITA

“Encontré mis parientes en una casa de paredes simples…”
Vicente Gerbasi

 

Encontré mis parientes en una foto antigua
1911
no hay sospecha de guerras ni miserias mayores
 
Un fotógrafo viene de la ciudad cercana
atrae miradas nuevas para el lente inusual
 
Está haciendo un registro del arte más autóctono
La ermita de Mendavia con su antiquísima portada 
no podía faltar
Con un número marca bajo el arco a la izquierda
la toma que prevé
 
Fervientes aldeanos convergen hacia el foco
unidos en sus sueños
se sienten amparados por la Virgen Bendita
con el Niño en su brazo
 
La sombra frente al grupo señala la frontera
de una mañana limpia con un sol primaveral
 
Las mantas en los hombros de los rústicos hombres
los pantalones largos incluso de los niños
dicen del frío aún
Las boinas ajustadas sobre los niños-hombres 
los marcan a la yunta de la tierra y el río
de la pesca y labranza
Calzados artesanos de cueros y retazos
dicen de subsistencia
Las batas de las niñas uniforme que evita
otros gastos mayores
chaleco, camisas blancas, el pantalón de pana…
mujeres con mantilla, una niña es un ángel
 
Son detalles que atrapan
Sin máquina einsteniana
nos llevan hasta décadas perdidas en olvido….
 
Veo al abuelo Pablo
ese hombre a la izquierda alto fuerte con boina
pastor y carpintero, pescador y pintor
Alonso, pa más señas
¿Qué fue del hombre aquél? Murió tempranamente
Y su hijo Vicente prefirió desplazar
su música a otra parte… e instalarse en el norte 
 
Reconozco a Martina,
mujer asesinada llegado el 36
Aún no me lo creo
Mírala fijamente
Esa mujer pequeña con los brazos cruzados,
traje negro, rostro firme
25 años más ¿Puedes imaginarla?
Está junto a Leandro con algunos pequeños
Campesinos a renta de una tierra en Legarda
propiedad de un sesmero
Los dos de pie, adelante, son Miguel e Isabel
Daría, más al fondo, la joven sin mantilla
que reta tradiciones como después haría
confrontando agresores de su madre y su hermano
 
Los niños más centrales
¿Quién recuerda sus nombres?
No saben que el terror anegará sus pieles
No han visto su anzuelo arrojado a sus aguas
Miguel hará en el Tercio
su tránsito de bala y de frío invernal
 
El resto
de miradas tranquilas
asombradas algunas ¿son tímidas tal vez?
perderán para siempre la paz con el asombro
trocadas sin remedio en un horror extenso
 
Mira la más pequeña
esa niña cuidada por su querida hermana
No hace caso a la foto
Su cabello finísimo
desafía los rayos del astro cenital
 
Los cuerpos no se tocan
que lo han dicho los curas durante tantas décadas...
Solo hay un par de hermanos quebrantando esos límites
Isabel que se apoya
suavemente en los hombros del risueño Miguel
La joven que no deja perderse a su hermanita
 
Los hombres que posan a la derecha del que mira
tienen todo el aspecto de conocer de pesca
Habrá algún Miquélez
o Elvira o un Zalduendo
o algún Alonso más
Estará su barquilla cerca
a la orilla del Ebro
 
¿Qué pintan esas rocas
al frente de estos niños sentados en el suelo?
No habrá una procesión con la Virgen Patrona
No son las almendreras
Ha sido una sorpresa este extraño fotógrafo
llegado intempestivo a este pueblo en reposo
 
Se improvisa la escena
y ya se sabe
con los que están más cerca se tomará la foto
vecinos de la ermita
y algún hombre de pesca que por aquí se asome
 
Y el cura ¿dónde está?
Don Francisco Noáin, de la Caja Rural
secuestrada más tarde por los terratenientes
Al sencillo ermitaño ha dejado el encargo
de preparar la Virgen en andas y con flores
La niña revestida de monaguilla o ángel
hará este breve ensayo para el acto que vendrá.
 
Listos todos
Mirad la cámara
Es historia
 
Tomás Martínez Sancho
Los Teques, octubre 2020










viernes, 9 de octubre de 2020

Cotidianas

 

Cilantro, cebollín, el apio
anuncia el vecino con su canasta al hombro
y todos recogidos en su casa
lo ven pasar
con el mercado fresco
de un verde recién desenterrado
Están los pájaros
tempranamente retirados
La lluvia los impulsó a su nido
Ha cesado
Mas pían desde el refugio
sin atreverse al vuelo
Hace frío al final del día
y no es recomendable la salida
Aunque quién sabe…
Allá se despereza un azulejo
y juguetean dos cucaracheros
Drenan las aguas
en sonoras profundidades
hasta dar en la quebrada
donde mansamente se posan
suspirando trayectos infinitos
¿Puedes verlo?
Son estampas naturales
No tengo un iPhone
en que mirarlas enmarcadas
Estoy sin luz
Me acojo a la vida
como me es dada
Haré un poema
---
Templo la soledad
hasta que deja el MI y alcanza el SOL
aflojo hasta el MI de nuevo
Busco a cada tiempo
el adecuado tono de la vida
T.M.S. 9-12-2020

lunes, 31 de agosto de 2020

YO, EL PELAPAPAS



Un grupo de niños, de entre 9 y 13 años, en el ejercicio diario de pelar papas para el autosustento, es cosa de historia pasada. Se me ha impuesto la imagen, sin embargo, en este accionar ritual, limitado casi a la sobrevivencia, al que nos ha llevado el imperio del Covid-19 en estos meses de sometimiento. No me parecen tan remotos aquellos años de mi propia historia, similar a la de tantos, en que en poco más de media hora llenábamos las ollas de papas, peladas y picadas, para 120 compañeros. Tal era el “empleo” asignado a un grupo de entre 15 y 20 individuos: pelapapas ellos –nosotros-, pelapapas los instrumentos –peladores les decíamos, en realidad. Eran la asistencia para la comida básica que no podía faltar: la salvación del hambre. 

Dicen que el pelapapas fue creado, más precisamente “patentado”, por el suizo Alfred Neweczeral en 1947. Es útil para sacar la piel de la papa, u otras frutas y verduras. Quince años después, había llegado hasta mi internado. Estaba comprobado que agilizaba el tiempo asignado a la tarea y minimizaba el desperdicio de modo relevante, sobretodo tratándose de algunas decenas diarias de kilos de papas a procesar, infaltables y suficientes en la mesa. El modelo de pelapapas que usábamos, terminado en punta, permitía sacar los ojuelos, superficies irregulares y puntos dañados. Bastaba con clavar, girar y apalancar.

Soldados, seminaristas y otros diversos colectivos vivimos, con naturalidad incorporada a nuestras prácticas, aquella experiencia. Los recuerdos de guerra, con navaja en ristre, o de caldero campestre –rancho, dicen en mi tierra ancestral- después de la jornada de trabajo, dan contexto próximo a la liviana evolución técnica. Aún andábamos lejos de la alta cocina, que enarbola peladores de variados diseños, o del mercado mediático que los anuncia en promociones de tres por el precio de uno, ¡y con una papa incorporada de regalo! 

No podía faltar el delantal protector. Situados de pie, frente al mesón, escoltados a derecha e izquierda por otros operarios, la lluvia pertinaz que provoca el ejercicio ágil de pelado amenazaba con dejarnos calados. La muy fina y pulcra imagen que obtuve en la red, es lo más alejado que uno pueda imaginar de un verdadero pelapapas. La tarea de pelar papas se adjudicaba principalmente a los del primer año. Luego estaban unos pocos, con mayor experiencia, que ejercían de maestros. De entre ellos, se nombraba un jefe y un sub-jefe, que mantenían el orden del oficio y hacían medir las palabras. Un chef actual habría sacado de este silencio impuesto alguna nota para su blog. El jefe y el sub-jefe tenían otras preocupaciones: se encargaban de picar las papas, del tamaño preciso y haciéndolas crujir mediante la técnica tradicional, para una mejor cocción; y, además, debían motivar a sostener el ritmo productor de los pelapapas. 

Pocos escribientes hacen memoria del pelapapas. No obstante, de la alegría que proporciona el pelapapas parece saber Reinaldo Spitaletta, que incorpora en un relato breve al vendedor de papas fritas:

Nunca había probado papas callejeras ni se había detenido a observar el carrito, el aceite hirviente, las rebanadas móviles en la caldera. Le pareció que las tajadas cantaban. El vendedor, de delantal azul, gozaba con el pelapapas, con el sonido que emitían al contacto con la freidora. Compró una bolsita y siguió caminando.

Los goces de los pelapapas de mi niñez, sin tajadas ni freidora, quedaban postergados hasta ver servida la mesa al atardecer. 

Antes del relato del argentino, fue el cuento del cubano Lino Novás Calvo, Nosotros y el “Pelapapas”, con el personaje Pelapapas muerto-en-vida. Pero ese texto son ya palabras mayores. Me quedo con el personaje. Instrumento y personaje cruzan la polisemia del término pelapapas. 

¿A qué se refiere la palabra pelapapas en Venezuela?, pregunto. Me responde mi vecino: es un pobre hombre, alguien que no ha tenido éxito en la vida. Privilegiamos aquí el sentido más cercano al del cubano Lino. Cuenta más, en nuestro uso idiomático, el personaje que el instrumento. Por azar, y mientras esto escribía, en un video ilustrativo del influjo del idioma árabe en Andalucía me informo de que el término “flamenco” proviene de felah-menkub, de felah (campesino), y menkub (excluido, marginado). Un pelapapas en un menkub. Excluidos de las decisiones, excluidos de actividades creativas nuevas, excluidos de la fiesta, limitados en movilidad y contactos personales, nos vamos convirtiendo un poco más en pelapapas…. 

Roa Bastos acude en mi auxilio para poner título a este relato. Aquí estamos, cada uno con su pelapapas en la mano, pelapapas él mismo. Mientras el virus se ríe de nuestras grandes pretensiones de libertad y señorío. Y, sin embargo, somos pelapapas que nos reímos también del virus y sus aprovechadores. Nuestra retórica no tiene límites. ¡Qué flamenco!, o ¡qué flamenca es tal!, se decía en mi tierra de infancia para referirse a alguien apuesto y buen mozo o moza. Es posible intuir un tono irónico, a juzgar por la etimología, en el origen de tales expresiones. Y es que: a los pelapapas no nos falta el humor. Que también tenemos derecho de burlamos de los burladores.

Para las referencias:

http://nachef.blogspot.com/2010/08/mi-amigo-el-pelapapas.html

https://www.abc.com.py/edicion-impresa/suplementos/gastronomia/el-pelapapas-1584101.html

http://www.habanaelegante.com/Fall_Winter_2013/Scherezada_NovasCalvo.html

https://www.librosyletras.com/2015/01/alegria-del-descubrimiento.html

https://www.youtube.com/watch?v=DNW8m5pw0vw&feature=youtu.be

domingo, 28 de junio de 2020

RILKE VERSIONADO

Hermosos paisajes naturales rio, piedra, piedras, corriente, roca ...

(DOS) SONETOS A ORFEO (1923)
R.M. Rilke
Versión de Tomás Martínez Sancho,
sosteniendo el soneto en castellano.

XII
Busca los cambios, ansía la llama
en la frontera de lo transformado,
que el espíritu humano proyectado,
el punto de inflexión: eso es lo que ama.
Cual piedra inmóvil, cerrada en su trama,
¿se sentirá en la roca asegurado?
No: lo más duro se halla preparado
al martillo que cae y desparrama.
Al río libre, la sabiduría
lo conoce y conduce en lo creado,
alfa por la omega intercambiada.
Pues la dicha se genera en la osadía
de la ruptura. Y Dafne transformada
en laurel, te ha querido viento alado.

XXIX
Siente, callado amigo en lejanía,
cómo acrecienta el espacio tu aliento,
Si el repique de campanas, violento
te resulta, tórnalo, hoy es tu día.
Quiérelo, transfórmalo en energía:
lo que vive en ti será tu alimento.
¿Qué harás con el dolor de este momento?
Si es amargo el beber, hazte ambrosía.
Sé tú, en esta noche de desmesura,
fuerza y magia en la cruz de tus sentidos,
sentido del maravilloso encuentro.
Y, si a ti te olvidara la terrura,
di: “yo paso”, a los suelos detenidos;
di: “yo soy”, al agua que fluye adentro.