miércoles, 9 de marzo de 2016

Diario de Naturaleza y Alma (II)



Segundo fragmento del Diario de Naturaleza y Alma, de Gregorio Baines:
Amanezco con un color a ti alojado en mi entrecejo. Es un día tibio aún, en esta ciudad tropical. El ventilador no cesa de lanzarme su aire acelerado. Lo recibo aliviado como preludio de lo que espero, como dejando que la vida me tome y me recomponga un poco. Ahí está Rigo, inquilino como yo de esta residencia, con el sartén al fuego, en la cocina ‘Philco’ que tiene sus años y que lo deja traslucir en una de sus  hornillas irremediablemente inservible. Escucho un arrastrar de pies con las cotizas desgastadas. Hace un rato el pan de sándwich sin corteza crujía al tostarse. Todo era sigilo aún. Todo eran leves ruidos, rumores, en esta ciudad en calma. Ya se puso en ‘On’ algún televisor y resuenan las no-noticias atestando la mente. Un portazo sella la agitación que viene.
El olvido está lleno de memoria –han dicho. Así se refracta mi memoria-olvido por la que me pierdo:
Te recuerdo distraída de tus clases, imaginando el adorno de lentejuelas que tu hermana luciría en su vestido de novia.  Ondas y puntos, combinados armónicamente en colores suaves. Amarillos y verdes tenues. Así era aquella tarjeta en acuarela con unas breves palabras sobre el ser, el principio y el fin de las cosas que una vez me regalaras. Soñabas con serpientes y al son de la trova nueva recogías tus sueños en la sesión del diván. Apenas habías terminado tu bachillerato y aún guardabas tus apuntes ordenados de álgebra matricial. El colegio de las monjas te dejó un probable sabor agridulce, un afán elocuente de misticismo sosegado y un rechazo comedido de lo sagrado.
Yo venía de una infancia de pájaros, de pájaros y caracolas, de tierra sembrada, de maíz y frijol, de sombras de guerra prolongadas en el tiempo, de forzados desplazamientos hacia ninguna parte.

Guardé por un tiempo tu cruz de coral y tu tarjeta de acuarela. Leí por un tiempo tus libros de Fromm, soñé por un tiempo con serpientes de mar.

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