I
Catorce
versos para comenzar.
Si
sirven para desahogar los días,
para
alejar de ti melancolías
y
para el alma desempatanar,
buen
augurio son. Tenlos para armar
con
ellos, un manojo de alegrías,
rosas,
y claveles, y peonías,
ramo
que disponga tu alma a cantar.
-No
quiero flores, dice tu mirada,
nada
me alivia en mi dolor fatal,
la
cuarentena me tiene aniquilada.
-No
pretendo una solución trivial,
pero
con esta línea terminada,
versos
y flores no te sientan mal.
II
Entra
sutil la lluvia a fin de mayo
y
prepara la siembra el campesino,
el
frijol y el maíz abren camino,
y
siguen mil semillas sin desmayo.
¡Y
a la pandemia que la parta un rayo!
Soy
capaz de escribir en pergamino:
No
torcerán del pueblo su destino,
ni
bloqueo, ni virus, ni lacayo.
Los
pájaros levantan la mañana
con
sus trinos y vuelos juguetones,
a
su pausado hacer van los humanos,
y,
en cuarentena, desde su ventana,
hay
quienes contemplan pasar razones
y,
al punto, motorizan pies y manos.
III
La
venta de sardina se anunció
desde
el día dieciocho por la noche,
y
no deseo hacer ningún reproche
pues
se compró sardina y aún sobró.
A
setenta por kilo se anunció.
Hubo
quien dijo: ¿quién pela ese boche?
La
cuarentena no evitó el derroche
de
jovialidad. Así sucedió:
Con
antibacterial y mascarillas,
cumpliendo
todos con el buen sentido,
llegaron
a la Base de Misiones.
Desde
el mango miraban las ardillas
con
gran sorpresa por lo acontecido,
pues
eran harto extrañas las reuniones.
IV
Requiere
buena dosis de locura
educar
en pandemia y en frontera,
pues
cuando una barrera se supera
otra
nueva aparece en la espesura.
Se
figura como una noche oscura,
sin
redes, sin señal y sin bloguera
amiga,
que salvara como fuera
la
distancia incruzable, roca dura.
Así
que esos docentes que visitan,
en
cuidadoso plan de avanzadilla,
alientan
esperanzas defraudadas.
Las
niñas y los niños resucitan
y
toman nota clara en su cuartilla:
salvar
distancias no son cuentos de hadas.
V
Días
de soledades encontradas,
tiempos
de alejamientos y distancias,
horas
de vagabundeos y errancias,
momentos
de verdades confrontadas.
Controlando
las salidas y entradas
al
trabajo, al mercado y las farmacias,
a
la sombra de palmas y de acacias.
Somos
personas socialmente aisladas.
Soy
una isla, Bob Dylan cantaba.
Si
se hubiera visto en este trance,
habría
estremecido su canción
con
nuevos versos, como acostumbraba.
Y,
sin embargo, puesto a hacer balance,
toda
isla espera ser atolón.
VI
Tristes
van los amores confinados
cuando
tienen los pasos bien medidos,
y
no salen los planes pretendidos
para
intentar hallar a sus amados.
Vuelve
Roxana, con los pies cansados,
de
tristeza en tristeza, consumidos
los
minutos, los párpados caídos.
Toma
Juan el bus de los derrotados.
Roxana
y Juan, de amores y congojas,
de
otoños vacíos, secas las hojas,
tristes,
sin horizonte en su mirar.
De
pared en pared, la piel, las manos,
solitarios,
como buenos ciudadanos,
van
al trabajo, vuelven a su hogar.
VII
Un
llano en llamas se ha vuelto la vida,
bajo
el sol quemante, sin un talud,
que
no elude adultez ni juventud.
Así
es la enfermedad tan extendida.
Extensa
será para quien la mida,
como
extensos los días en quietud,
sin
otra novedad ni magnitud,
que
el trabajo, la casa y la comida.
El
llano con su cerca que acorrala,
modernidad
que trae su consecuencia,
de
doctores, de leyes y de bala.
Mas
el pueblo es quien sufre la violencia
y
propende al viento, al torrente, al ala,
a
un impulso que lo libre con urgencia.
VIII
Aún
montaña y selva ante mis ojos,
resquicio
de planeta aniquilado,
árbol
caído, tocón inflamado,
excedencia
en medio de rastrojos.
No
es cuestión de caprichos ni de antojos
sostener
de la Tierra su costado,
tras
el tajo, su cuerpo desangrado,
verdes
y azules, trastocados rojos.
¡Que
se juega el futuro de la vida!
Aún
es tiempo de cerrar la herida
y
mantener los ciclos orbitales.
Surge
en pandemia este común clamor:
hay
que torcer el rumbo hacia estribor,
si
se pretende revertir los males.
IX
El
zapping de la imagen y el mercado,
momentos
consumidos sin sentido.
Reclama
por el cierre, lo emprendido.
Nos
amenaza el tiempo acelerado.
Dosis
de información, poco hay narrado,
la
memoria perdida, mucho olvido,
tan
solo listas de lo acontecido,
cuadro
fugaz, mirar obnubilado.
Cierra
los ojos y salva el instante,
date
mayor conciencia, hazte sujeto,
deja
la rapidez apabullante.
Aléjate
de slogan y panfleto,
pon,
en todo, la vida por delante.
Que
te lo dice tu amigo Anacleto.
I
Trae
Irán la gasolina,
surcan
sus buques los mares.
La
esperan entre cantares
doctores
con cloroxina
(no
crean en la aspirina).
Que
no descuidan ni hablar,
el
bien de un pueblo sin par:
su
salud es lo primero.
Con
ese impuso certero,
vamos
juntos a luchar.
II
Si
nos quitan la señal,
no
por eso sufriremos,
que
ya la historia sabemos,
desde
el principio al final:
pueblo
unido vence al mal.
Nombraremos
directiva
contra
la acción agresiva,
tomaremos
las antenas.
Que
entre las tibias arenas,
ni
la luna está pasiva.
III
Ya
madura el aguacate,
ya
la siembra se prepara,
y
si con mi voz cantara,
pronto
saldría el tomate,
bien
lo suelte o bien lo ate,
pues
la lluvia pertinaz
impregnaría
la faz
de
toda esta cordillera,
así
es que pronto se viera
todita
la tierra en paz.
IV
Madruga
el predicador
y
cantan las guacharacas,
que
ayer cayó agua en Caracas,
y
es hoy día del Señor.
Aún
dormita el soñador.
En
paz amanece el día.
Se
anuncia con alegría
nueva
etapa, para estar
más
sueltos los pies y andar
un
poco más por la vía.
V
El
azulejo es exceso
a
la mirada de tierra,
como
es exceso la guerra
que
finge razón de peso
y
se sella con un beso.
El
azul entre el marrón
no
guarda comparación,
es
exceso a la mirada,
que
se ha quedado cansada
sin
elevar la visión.
VI
Es
moda la bicicleta,
se
ha vuelto la solución,
pues
si no tienes camión,
o
montas la pataleta
y
te guindas a una teta,
o
en el más correcto hacer,
si
no quieres fenecer,
agarras
la de dos ruedas
y
avanzas, siempre que puedas,
de
la casa hasta el taller.
VII
El
periquito en su encierro
repite
su chachachá,
como
el humano que va,
subiendo
y bajando cerro,
en
su jaula, como un perro.
A
levantar la mirada
lo
invita su camarada,
que
con esta situación
no
ha abandonado el bastión
de
la lucha enamorada.
VIII
Adriana
viste de flor,
el
sol alumbra su piel,
destilan
sus labios miel,
y
es toda ella resplandor.
Revolotea
un ruiseñor.
Al
otro lado del huerto,
con
un viejo gallo tuerto,
viste
de flor Dorotea,
que
se ha aventado una pea:
quien
la ve la cree un muerto.
IX
Andando
de conuquero
le
salió a Jaime un tigrillo,
botó
el sombrero amarillo
y
pronto dejó el pelero,
corriendo
por el sendero.
A
casa, frío llegó,
un
guarapo se tomó,
la
sangre recuperó,
y
no pensó en el abuso: