sábado, 13 de enero de 2018

CANTAR DE LOS CANTARES – SONETOS



El libro de las escrituras judeo-cristianas Cantar de los cantares es un texto leído y desleído desde antiguo. Fray Luis de León pagó con la cárcel su ejercicio de traducción al “román paladino”. En la interpretación del libro se fue privilegiando, desde el más antiguo medioevo, la alegorización espiritual, que resultó finalmente espiritualista, pues descarnó al texto al extirparle su sentido más literal y originario.
En las décadas más recientes se ha retornado a una lectura más acorde con ese sentido fontal. El Cantar es una obra que eleva a poesía el amor de dos jóvenes: amado y amada. No es poesía evasiva. Al contrario: en el contexto de la época en que se presume fue escrito representa un proyecto de resistencia libertaria frente a un modelo de construcción de pueblo a partir del poder sacerdotal (sadocita) e imperial (persa).
Cae bien en estos tiempos nuestros venezolanos en los que se hace imperativo el ejercicio de construcción y acaso re-construcción del poder popular, en resistencia a todo otro poder que busque opacar, confundir, ignorar, violentar, corromper, engañar y marear, debilitando las fuerzas raigales que lo nutren.

El Cantar es poesía hebrea. He intentado el ejercicio de la poesía tradicional castellana, escribiendo ocho sonetos en escritura libre de algunos fragmentos de esta genial obra. Mi agradecimiento y dedicatoria a Wafi Salih, quien al hablarle de estas cosas y mostrarle algunos sonetos me animó a este proyecto de escritura.


Cantar de los cantares

A Wafi Salih, ramita desprendida 
de los bosques del Líbano


1, 1-2

(Habla la amada)
Bésame con los besos de tu boca.
Son mejores que el vino tus amores,
son bálsamo fragante tus olores,
tan solo oír tu nombre me disloca.

Llévame contigo, tras la roca, 
a tu alcoba, mi rey, con mil honores,
a celebrar contigo, entre las flores,
tu amor, pues me provoca

vivir por siempre enamorada.
¡Ah! Sí, salir corriendo, tras de ti,
 no dejar un instante de quererte,

dar rienda suelta a mi alma aprisionada,
disfrutar del vino y la flor del alhelí,
y a la sombra del manzano, conocerte.


1, 8-16

(El)
¡Qué bellas con pendientes tus mejillas!
¡Tu cuello rodeado de collares!
Eres la más bella -suenan cantares,
cuando llevas a pastar tus cabrillas.

(Ella)
Que duerma el rey en sus cómodas sillas,
que mi amado aquieta sus andares
y deja entre mis pechos sus pesares.
Tan suave como tímidas hojillas

de un ramo de ciprés del Engadí,
descansa como bolsita de aroma.
Nuestro lecho es de fronda, entre arbolados.

Dulce y bello es mi amado para mí.
Me alegra el corazón cuando se asoma,
y andamos como dos enamorados.


2, 1-7

(El)
Soy un jazmín y tú eres azucena.
Un jazmín a la orilla del torrente;
azucena a la vera de la fuente,
así eres tú, mi más bella morena.

(Ella)
Mi amado me conduce a la alacena,
me ofrece torta y almíbar reciente,
y en su alcoba privada me consiente
con su abrazo, bajo la luna llena.

Muchachas de Jerusalén, les digo:
No despierten a mi dormido amado
hasta que el sol avance en su jornada.

Mientras él duerme, yo contemplo y sigo
esperando que se alce mi adorado
y me lleve a la rivera soñada.


2, 8-17

(Habla la amada)
Saltando por los montes, es mi amado
un venadito: lo imita brincando,
por cerros y quebradas correteando,
su cuerpo en vuelo a ritmo acompasado.

Detrás de la enramada se ha parado,
por las altas ventanas anda mirando.
Y, de pronto, lo escucho susurrando:
Ven conmigo, el invierno ya ha pasado.

Levántate, que las lluvias se han ido,
difunde su aroma, en flor, la viña.
Levántate, amada, y ven junto a mí.

Se oye el trinar del ave en la campiña,
que tu voz cante con el colibrí.
Corramos hacia el jardín florecido.


4, 8-11

(Habla el amado)
Ven desde el Líbano, mi amada, ven;
baja de la cumbre del Amaná,
del Senir y del Hermón desciende ya,
de los salvajes montes, de tu Edén.

Me has enamorado, sé el sostén,
de mi vida en peligro; se el maná
mejor que el vino, lluvia que traerá
sosiego y abundancia al almacén

del amor. Son tus labios un panal,
bajo tu lengua tienes leche y miel,
mejor que los perfumes tu fragancia.

Qué exquisito tu amor tan natural.
No hay falsedad ni ambiciones en él,
nadie como tú, sin arrogancia.


4, 12-15

(Habla el amado)
Hermana mía, eres jardín cerrado;
para el malvado, fuente sellada;
para el cansado, agua purificada
que baja entre la roca y el collado.

Tus pechos, como un árbol de granado, 
con la fruta exquisita y encarnada;
tu lozanía, frescura de alborada;
con nardo y azafrán, jardín floreado.

De enebro, cinamomo y de canela,
son tus mejores bálsamos y aromas;
de áloe y mirra, de incienso y menta.

Como perfume de jazmín, la tela
de tu vestido, entre la que te asomas.
Agua fluyente en la boca sedienta.


5, 10-16

(Habla la amada)
Mi amado es luminoso y sonrosado.
Sus rizos son racimos de palmera,
sus ojos, pajaritos a la vera
del arroyo, a la sombra del granado.

Sus mejillas son nardo perfumado,
encendidas al calor de una hoguera;
sus labios fluyen mirra en torrentera;
su firme tronco está en marfil labrado.

Miren, muchachas, desde las esquinas.
Mi amado, entre todos, es vino y pan,
y miel, y pasas, dulzura sin malicia.

Su cuerpo, engastado con piedras finas.
Sus piernas, robustas como samán.
Mi amado es todo él pura delicia.


7,1-13; 8,1-7

La sulamita danzaba feliz.
Su amado contemplaba su figura:
Sus bellos pies, su vientre, su cintura, 
sus hondos ojos negros, su nariz.

La amada lo invitaba al tamariz,
a penetrar el huerto en su frescura,
a amanecer entre la hierba pura,
a pintar de colores su tapiz.

Mientras la sulamita susurraba,
dejándolo en el placer del sueño, 
las doncellas velaban al amado.

Mi amado es todo para mí –cantaba.
El amor es un encendido fuego
que no lo apaga un río desbordado.



(UNA ÑAPA)

Boda en Caná (Evangelio de Juan 2)

Comienza un nuevo tiempo, es tercer día,
y habrá boda en la aldea de Caná.
Jesús, con sus amigos, allá va;
también como invitada está María.

La madre de Jesús lo presentía:
No tienen vino, está faltando ya.
Dice Jesús: con eso, ¿qué se hará?
Y ella: Sigan su sabiduría.

Ordena Él llenar de agua las tinajas.
La llevan a probar al encargado,
y se asombra al catar ese buen vino.

Con esta señal Jesús ha inaugurado
una alegre noticia de camino.
Y creyeron en él sin más mortajas.


Imagen tomada de:

https://www.artmajeur.com/en/art-gallery/elena-kotliarker/244501/the-song-of-songs/9263755


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